¿Cómo puede la cuarta revolución industrial aportar a una gran transformación de los sistemas económicos actuales que han dañado tan gravemente los ecosistemas del planeta? La respuesta debe concentrarse en voltear hacia la naturaleza. Hoy en día, el ser humano se encuentra en un nivel de conciencia bioética y con capacidades tecnológicas suficientes para buscar cómo corregir los efectos externos que ha venido ocasionando con las industrializaciones. Volvernos a la naturaleza significa que podemos ver, aprender y asimilar rápidamente los mecanismos que esta utiliza para procesar por sí misma todo lo que produce, en un proceso cíclico.
Solo el hombre, en su desarrollo humano y con su capacidad tecnológica, ha sido capaz de romper el ciclo biológico universal. Con la producción y generación de materiales no degradables o difícilmente degradables para la naturaleza, así como la extensión de daños, se impide que la resiliencia natural logre su recuperación normal. Además, como consecuencia de su “éxito” en el dominio de las energías por combustión, se ha acumulado un inventario gigantesco de gei, mientras que el aprovechamiento de los recursos naturales ha provocado incontables daños a la biodiversidad, la biosfera, los ecosistemas y sus especies, acelerando las extinciones en proporciones bíblicas.
Mirando más allá del actual modelo industrial extractivo tomar, hacer y desechar, la economía circular es y debe ser restauradora y regeneradora por diseño. ¿Cómo se deben diseñar o rediseñar? Observando los modelos que la naturaleza nos ofrece, para movernos hacia una amplia economía basada en materiales biológicos, utilizando sistemas vivientes como modelos, mentores y medidas. Se requiere comprender el concepto de “todo es alimento” para diseñar y rediseñar nuestro desperdicio. En su perfección, la naturaleza circula todo lo que crea; i. e., reutiliza cada parte, material, componente biológico (animal o vegetal) e incluso mineral. Sin importar el lapso que le tome (en términos de tiempo geológico), cada elemento vuelve a ser utilizado en un ciclo interminable. Así, desde las hojas que caen de los árboles, las deposiciones animales y la carroña, todos los desperdicios son “alimento”. Cada ser vivo, desde las microscópicas bacterias y hongos, participan en la degradación y reutilización de todo lo que la naturaleza “desecha”, para transformarlo.
Otro modelo que ve la solución en el diseño consciente y preservador de ecosistemas agrícolas productivos es la Permacultura. Esta considera que los ecosistemas naturales y sus patrones pueden ser reproducidos, imitando sus interrelaciones, que cuentan con las cualidades de resistencia, estabilidad y diversidad. Así, los hace capaces de generar satisfactores sin explotar recursos o producir externalidades, lo cual les permite ser sostenibles. La permacultura, disciplina de diseño, aplicó e integró ideas y conceptos de innovaciones modernas (teoría de sistemas, biocibernética, sistemas agroforestales), de la agricultura de conservación (ausencia y compactación de suelos, cubiertas permanentes del suelo), de la agricultura orgánica (reciclaje de nutrientes) y de la agricultura tradicional (infiltración del agua de lluvia). Con ello, mejora el rendimiento y la calidad del suelo, reduce el consumo de elementos externos y protege la biodiversidad.
¿Qué se debe diseñar y rediseñar para lograr una economía circular? ¿Cómo lograr nuevos diseños que sean sustentables y circulares?
Las aletas de las ballenas jorobadas miden unos 5 metros de largo y tienen protuberancias o irregularidades llamadas pectorales que les ayudan a acelerar a un ritmo significativamente alto. Los álabes de las turbinas modernas suelen contener protuberancias tridimensionales en sus bordes.
La naturaleza ha diseñado los materiales que permiten su retroalimentación, su procesamiento, utilización y reaprovechamiento en ciclos que solo los transforman para revalorizarlos. La economía circular, para ser realidad, toma el ejemplo de las leyes naturales para aprovechar los materiales y transformarlos en productos desde su diseño, para que puedan ser utilizados de formas óptimas y sin desperdicio. Por lo tanto, el concepto de economía circular, su surgimiento y su desarrollo se ha basado en el estudio de los sistemas vivientes, de su forma de optimizarlos y de su ciclicidad.
Construir en circularidad desde el comienzo puede resultar en productos y servicios mejorados, clientes cautivos y satisfechos, así como ahorro de recursos y energía.